La tradición alfarera de Teruel se remonta, al menos, al siglo XIII. En algunos de sus barrios, como el de San Julián, se ubican alfares que aprovechaban la proximidad de los yacimientos de arcillas como materia prima. Algunos de ellos se han conservado y restaurado. Otros presentaban un mal estado que hacía imposible su recuperación. En uno de estos últimos recogí algunos restos procedentes de la que fue su última cocción en la que, al colapsar el horno, la carga y las paredes refractarias se fusionaron entre sí, generando formas caprichosas. A fuego lento es una obra realizada a partir de uno de estos restos. Una vez limpia la pieza, la barnicé con esmaltes y la volví a cocer, obteniendo una nueva pieza cerámica.